Tareferos.

Por Mauro Federico

Como cada año desde hace siglos, abril es el mes en el que el paisaje de la tierra colorada de Misiones se puebla con los lomos encobrecidos y sudados de los tareferos. Son 18 mil almas que trabajan a destajo, hasta doce horas diarias, por un salario que no supera los 600 pesos mensuales. Ellos realizan una tarea que se transforma en pilar de la economía misionera: la cosecha de la yerba mate. Los criollos la llaman tarefa. Se hace manualmente, deshojando los tallos de un arbusto cuyas plantaciones invaden buena parte del territorio de la provincia más verde de la Argentina. Al que realiza este trabajo se lo denomina tarefero.

"La ruta es el único lugar donde nos ven, si yo grito en la picada o en la colonia nadie me escucha, ni se enteran las necesidades que estamos pasando" dice Maria, tarefera de Colonia Larraghe, que junto a 300 vecinos de Montecarlo, quieren hacerse visibles ante la indiferencia de gobernantes y empresarios yerbateros.

Y por eso protestan cortando una ruta provincial, aunque los noticieros no reparen en ellos.
Reclaman condiciones dignas de trabajo, que la cooperativa eléctrica no les corte la luz por falta de pago y que se les abone un demorado subsidio de 220 pesos que el gobierno misionero les otorga durante los meses de inactividad yerbatera para que no se mueran de hambre.

Muchos chicos abandonan la escuela para realizar tareas rurales que llegan con la zafra yerbatera. Por eso en escuelas de la zona rural de Montecarlo, se registra entre un 20 y 30 por ciento de inasistencia, porque los gurises se dedican a realizar tareas con su padres o se hacen cargo de sus hermanos más pequeños mientras los adultos están en la tarefa.

Empujados por la necesidad, en los primeros días de abril familias enteras se trasladan a los yerbatales y durante semanas conviven con desconocidos en precarios campamentos, donde los pequeños son explotados laboralmente y quedan expuestos a innumerables riesgos.

En la tarefa los niños realizan la denominada quebranza, es decir desgajan las plantas de yerba mate, para lo que se requiere una fuerza de la que a veces carecen.

"Nos pagan 22 pesos los mil kilos, es difícil el trabajo, sangran las manos, pero hay que seguir, y no alcanza", cuenta Ramón que con tan solo 12 años ayuda a su padre desde los 7.

En Misiones, poder y yerba mate están ligados de modo indisoluble. El 70 por ciento de los yerbatales misioneros están en manos de las cinco familias más poderosas de la provincia, entre la que se cuenta la del ex gobernador Ramón Puerta o los Ereñuc.

Solo durante 2008 se cosecharon 652 millones de kilogramos de yerba mate. Con lo que facturan, sostienen sus imperios.

La mayor parte de los tareferos no están reconocidos como tales por las leyes argentinas. Cada uno cobra entre 450 y 600 pesos mensuales entre marzo y septiembre. “El resto del año nos cagamos de hambre” describe Aguí Lescano, flamante delegado sindical de los tareferos de Guatambú

A Lescano –un descendiente de los bravos guaraníes, analfabeto, y con 7 hijos, cuatro de los cuales van con él a tarefear cada madrugada- lo eligieron sus compañeros, que nunca se sintieron representados por la dirigencia de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE).

“Estos tipos comen en la mesa de los patrones y siempre arreglan los que los beneficia a ellos, nunca a nosotros” dice Pedro, otro sufrido tarefero de Oberá.

Luego de mucho pelear, lograron que varios municipios yerbateros y los productores los admitieran en la mesa de negociaciones donde se discuten condiciones de trabajo y salarios.

- Usted tiene que ser nuestro delegado- le dijeron a Aguí sus compañeros reunidos en asamblea.

- Pero yo no sé leer, ni escribir, ¿cómo voy a hacer para representarlos?- les contestó con algo de vergüenza Lescano.

- Usted será analfabeto pero nunca nos traicionó- le contestaron.

Después del abrazo interminable, todos marcharon al municipio. Allí Lescano, con el pecho hinchado por la emoción, estampó su dígito pulgar derecho al pie del acta acuerdo donde por primera vez se reconocía a un tarefero como delegado sindical



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